La mayor parte de los inmigrantes vino a la Argentina con el objetivo de emplearse en las actividades agrícolas y con la esperanza de llegar a tener su propia tierra. Durante los primeros tiempos, muchos lograron cumplir con este objetivo, sobre todo en las colonias agrícolas de Santa Fe y Entre Ríos. Los propietarios de chacras pequeñas y medianas fueron llamados chacareros. En cambio, los que llegaron a partir de 1880 no pudieron acceder a la propiedad de la tierra. Por esa época, las mejores tierras estaban ocupadas por los grandes terratenientes.
Frente a esta situación, algunos inmigrantes que tenían ahorros pudieron arrendar parcelas de tierra, es decir, alquilar algunas hectáreas. Pero los dueños sólo las alquilaban por pocos años. Luego de tres o cinco años, los terratenientes no renovaban los contratos y los inmigrantes debían irse. Otros inmigrantes se quedaron a trabajar corno peones en las chacras y en las estancias, pero la mayoría fue a buscar trabajo a las ciudades.
En las ciudades de Buenos Aires y Rosario las posibilidades de empleo eran mayores. Los inmigrantes trabajaron como obreros en los puertos, en los frigoríficos, en la construcción de edificios, en el tendido de vías férreas, en los talleres o en las fábricas que se fueron instalando en las ciudades. Algunos inmigrantes, que tenían recursos económicos o que ya desempeñaban un oficio en Europa, lograron establecerse como comerciantes o como pequeños empresarios. El crecimiento y modernización de las ciudades provocaron el surgimiento de nuevas actividades relacionadas con la administración pública y el ejercicio de profesiones, como las de médico o abogado.
El acceso a la educación permitió a los hijos de los inmigrantes desempeñar estas tareas.